La amabilidad, una fuerza que derriba cualquier muro

Hace unos años cambié de residencia y me di cuenta de que en el lugar donde vivo actualmente, la amabilidad no es frecuente y es que, en la actualidad, por ejemplo, saludar al vecino es algo extraño. Se asume como una pérdida de tiempo, o una zalamería innecesaria. Cada uno va a lo suyo. En este tipo de lugares no se valoran los gestos de amabilidad de los demás, siendo más proclives a que las personas que allí habitan desarrollen problemas relacionados con la ansiedad, la depresión o dificultades para sobrellevar la vida con buena actitud y es que parece que la amabilidad está en peligro de extinción, y esto tiene una explicación antropológica, ya que las grandes concentraciones de población generan mayores tensiones y promueven un trato impersonal. De hecho, es uno de esos factores que dificulta la salud psicológica y emocional en esos espacios, muy diferente a mi país, un país del tercer mundo que, pese a las grandes limitaciones, las personas son más amables y empáticas, si ven necesidad en otro, tratan de cubrirla.

“La amabilidad es como una almohadilla, que, aunque no tenga nada por dentro, por lo menos amortigua los embates de la vida”.

-Arthur Schopenhauer-

Incluso dentro de las mismas familias a veces se pierden esos gestos cariñosos, debido al trato diario y la confianza excesiva. Ahora bien, las expresiones de amabilidad no son un lujo, sino un estilo de vida que se imprime en las relaciones con los demás. Nutren las emociones positivas y nos protegen de las negativas.

El gen de la amabilidad

La ciencia ha demostrado que todos venimos al mundo con un gen de la amabilidad incorporado. En otras palabras, somos una especie que necesita de los otros para sobrevivir y tenemos la marca biológica de ello. El altruismo y la cooperación han sido decisivos para que el ser humano haya evolucionado.

mamá con sus hijos simbolizando la amabilidad

Algunos estudios demuestran que desde los 6 meses los niños ya expresan comportamientos afables hacia otros. Hacen elecciones entre cerrarse o abrirse a los demás. Con frecuencia eligen interactuar y ser generosos con los otros. También son muy receptivos a las expresiones de amabilidad.

Por lo tanto, lo natural es que seamos agradables con los demás. La falta de amabilidad es el resultado de una civilización que promueve el individualismo al extremo. Vamos en contra de nuestro fuero interno cuando vemos a los demás como unos perfectos extraños que nada tienen que ver con nosotros.

La amabilidad es una fortaleza

La amabilidad es una actitud sumamente elaborada. Implica, seguridad en sí mismo, empatía, valoración de los demás y conciencia respecto a la relación entre el individuo y el grupo. Es también una enorme fuerza dentro de las relaciones sociales. Se gana muchísimo más siendo amable, que con la indolencia o la sequedad en el trato.

Una persona amable es alguien con la inteligencia emocional desarrollada. Es una de esas actitudes que se contagian. Lo usual es que alguien amable genere amabilidad y buena voluntad a su alrededor. Esto es una excelente manera de prevenir conflictos, o de impedir que tomen grandes dimensiones.

Tras cuatro años de investigación en la Universidad de Harvard se demostró que las personas amables tenían los telómeros, -unas estructuras de ADN ubicadas en los extremos de los cromosomas- mejor conservados. Y ese es uno de los principales biomarcadores de la longevidad.

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La amabilidad supone expresar cariño y consideración por los demás, sin descuidarnos de nosotros mismos. Es una actitud capaz de calmar a alguien furioso y consolar a quien está triste. Por algo amabilidad es una palabra que viene del latín amabilis, que significa: digno de ser amado. Hay diferentes maneras de practicar la amabilidad. Una forma de ser amable es abrir los ojos y estar activo cuando veas personas necesitadas. ¿Notas cuando la gente podría requerir ayuda? Se crea un sentido de comunidad cuando las personas son amables con aquellos que necesitan ayuda.

Una palabra amable, una sonrisa, abrir una puerta o ayudar a llevar una carga pesada pueden ser actos de amabilidad. Celebrar a alguien que amas, hacer cumplidos honestos, enviar un correo electrónico agradeciéndole a alguien, decirle a alguien lo especial que es para ti, ayudar a un vecino anciano con el jardín, su trabajo o la comida, tomarle una foto a alguien y enviársela, compartir comida casera, rechazar chismes, donar ropa vieja cosas que no necesitas son ideas sobre cómo practicar la amabilidad.

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Cómo convertir la amabilidad en una herramienta para relacionarte mejor con los demás

A todos nos encanta recibir un saludo y una sonrisa en el ascensor y, sin embargo, da la impresión de que ocurre cada vez menos. Craso error, ya que supone muchos beneficios e, incluso, alarga tu vida.

Si partimos del hecho de que somos seres sociales y naturalmente predispuestos a cooperar con otros, de lo que se trata entonces no es de aprender a ser amables, sino de desaprender las conductas de hostilidad o indiferencia. Vale la pena.

Daniel Lumera en su libro Biología de la Gentileza señala que “la cooperación, la interconexión, la interdependencia son más importantes que la competencia. La estrategia ganadora son todos los valores puente que crean reciprocidad y cooperación, como la amabilidad, los que se ven favorecidos por la selección natural; por eso debemos cultivar el músculo de la gentileza”.

Amabilidad en los genes

La pregunta surge sola, ¿somos amables y educados por naturaleza o tenemos que hacer un esfuerzo para serlo? El divulgador explica que “la gentileza, como el optimismo y el perdón, son rasgos genéticos que se heredan sólo en una pequeña parte. El optimismo, por ejemplo, sólo está determinado genéticamente en un 24%”. La buena noticia es que “la amabilidad es un músculo, y podemos entrenarlo cada día y fortalecerlo, mediante estrategias, pequeñas acciones con un alto impacto en la calidad de nuestras vidas. Eso supone una inversión en nuestra salud”.

Para empezar, Lumera sugiere “aplicar la gentileza con la comida, en la esfera del movimiento físico del cuerpo, en la práctica de la meditación, en el contacto con la naturaleza, en las relaciones y en nuestro acercamiento al arte y a la música”.

Pasos para activar la amabilidad

Los beneficios de ser gentiles en nuestra vida habitual son numerosos y ocurren en tres niveles. “El primero es intrapersonal, por lo que sin duda mejora nuestra relación con nosotros mismos. Además, nuestros genes se modifican, por lo que tenemos un impacto en la ralentización del proceso de envejecimiento y del proceso de inflamación, en el estado de ánimo, en las emociones primarias de ira, ansiedad, miedo, impotencia, resentimiento, y también en nuestra energía vital y bienestar”.

La segunda dimensión sería la interpersonal. “La amabilidad afecta diariamente a la calidad de las relaciones con los demás, estableciendo relaciones menos conflictivas, disminuyendo los niveles de estrés y generando relaciones definitivamente más felices”, subraya el experto.

Dos personas abrazándose simbolizando la amabilidad

Por último, estaría la dimensión social y colectiva. “Es lo que la ciencia llama el efecto dominó, el efecto contagio. La amabilidad es contagiosa. No sólo consiste en hacer y recibir. También el simple hecho de ver un acto de amabilidad estimula en nuestro cuerpo las mismas reacciones químicas que producen las hormonas relacionadas con el placer, el bienestar y la felicidad. Por lo tanto, podemos crear un efecto pandémico con la gentileza, un efecto contagio”, anima Lumera.

Le pedimos a Daniel Lumera algún ejercicio sencillo para hacer en casa con el que conectar con nuestra gentileza, con la compasión que llevamos en el interior, él sugiere realizar cada día cuatro actos de gentileza”, apunta para empezar a sentir los beneficios de la amabilidad.

Se amable contigo mismo

La amabilidad incluye ser amable contigo mismo. ¿Te tratas amablemente? ¿Te hablas con suavidad y amabilidad y te cuidas bien? Lo primero de todo es mirar hacia uno mismo. Ser amable con uno mismo significa descubrir nuestras auténticas necesidades, respetar los propios ritmos, comprender las propias necesidades y vocaciones, seguir los propios talentos y, sobre todo, respetarse, cuidarse”, aclara Lumera. Además, advierte que “en una sociedad que tiene prisa y es muy estresante, a menudo nos anulamos en las relaciones y en el trabajo, y no respetamos nuestras verdaderas necesidades”.

Se gentil con quienes te rodean

El segundo acto se refiere a los demás. “Este acto de amabilidad se realiza hacia cualquier persona: las que amamos, las que nos son indiferentes y las que también son aparentemente enemigas. Y esta es la mejor inversión, como hemos visto, en nuestra salud”, señala el experto.

Muestra amabilidad con animales y plantas

Cuidar a todos los seres que te rodean, ser amables con ellos es una forma de reconectar con la naturaleza y sentir sus beneficios. En palabras de Lumera, “un acto de gentileza hacia los animales y las plantas nos recuerda nuestra hermandad con todas las formas de vida”.

Respeta el lugar en que vives

“Por último, un acto de gentileza hacia la naturaleza para respetar el lugar en el que vivimos”, anima a recordar.

Las ventajas de la amabilidad son enormes.

  • Protege la salud física. Una persona amable tiene un menor número de conflictos con los demás y con el mundo. Esto, en términos cerebrales, implica menos producción de cortisol y más oxitocina (la hormona “de la felicidad”) a disposición.
  • Preserva la salud mental. Ser amable con otro estabiliza nuestro estado de ánimo y previene los estados de estrés y ansiedad. Los actos de bondad nos hacen sentir mejor con nosotros mismos. Nos hacen más seguros y confiados.
  • Contribuye con las buenas relaciones sociales. La amabilidad nos saca del ensimismamiento y nos ayuda a conectar con los demás. Nutre los entornos para que sean más colaborativos y acogedores. Ayuda a que todo fluya adecuadamente.
  • Es un mecanismo de protección contra la “mala vibra” de otros. La amabilidad tiene el poder de desactivar actitudes negativas en los demás. En esa medida, es una barrera y una respuesta eficaz contra las agresiones y los rechazos.

Amigos abrazados

Vale aclarar que ser amable no es ser servil. Tampoco acostumbrarse a “poner la otra mejilla”. Más bien se trata de un estilo de conducta y de comunicación, que reafirma a la persona cuidando de no pasar por encima de nadie, ni de ser insensible con los demás. ¿Te animas a ser parte de los que practicamos la amabilidad a diario?

Por tu éxito y el mío

Martha

Bibliografía

Karyn Hall

La mente es maravillosa

Welife

Martha Zubieta Ishiuchi / Mazui